Únicos somos todos
Quien de veras conozca la naturaleza humana sabrá que un hombre sólo equivale a otro hombre en el terreno de los derechos y de las obligaciones. La identidad de cada uno no desagua, a fin de cuentas, sino en el misterio. Y el núcleo de ese misterio es el de sentir que somos uno por única vez, sin que ello implique que sepamos decir quién somos o qué o por qué. Nuestra singularidad cautiva y atormenta nuestra imaginación porque pudiendo reconocerla con la emoción no podemos atraparla con el entendimiento. De algún modo siempre se desemboca en Pascal y el desenlace de esta conjetura no podía ser una excepción: suya es la convicción memorable de que en el hombre se acoplan, por obra del enigma, la inconsistencia del junco y el don sublime de la reflexión
Santiago Kovadloff